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domingo, 31 de julio de 2011

Enamorada de un fantasma

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde 
filoso de la noche.
Alejandra Pizarnik



Ella se enamoró del toque de sus manos invisibles. Amaba sentir sus suspiros.
Él la enamoró con la promesa de siempre. La que nunca se cumple.
El sexo era increíble; le fascinaba ver como volaba su vestido, las medias, los calzones. El sudor provocado por la levedad de un cuerpo ausente. El roce del viento: arañazos en su espalda. El orgasmo llegaba de repente, sin aviso.
Siempre.
Casi podían jurar que soñaban lo mismo. Casi porque él no soñaba.
Ella estaba segura de que, por esta vez, no iba a salir lastimada. No concebía la idea de que algo sin cuerpo y sin palabras pudiera irse y abandonarla.
Pero lo hizo. Una noche de ventanas abiertas el fantasma se fue siguiendo un pájaro. Siempre son los pájaros los que se roban las sonrisas que anteceden los suspiros,
(provocan demasiada tentación. Son las alas).
Ella sigue enamorada. No está completamente enterada del abandono que sufre por la estupidez de haber dejado abierta la ventana. Pero empezó a doler y siempre llueve. La ropa ya no vuela y el orgasmo llega,
sólo a veces,
casi nunca,
cuando se mueven las cortinas.

domingo, 3 de julio de 2011

No buscaste bien: estaba enfrente de tu nariz (pasando las lágrimas)

Ella siempre ha tenido la necesidad de esconderse. La vida le ha enseñado que guardarse es bueno para el alma. El problema es que a veces se esconde demasiado y muy bien. Escoge escondites increíbles como la cafetera o adentro de una bota en primavera (una vez, se guardó en el alhajero de la abuela, pero la encontraron cuando la abuela murió y las nietas peleaban por las joyas). Ella está consciente de que es distraída y llega tarde a las citas de trabajo y a los sentimientos por creerse Julieta y morir un rato. Ella es del tipo de mujer que no duerme por andar tomando té de no-me-olvides con azúcar.

La última vez que la vieron fue cuando se metió en una caja que decía “FRÁGIL”. Su intención era que la encontraras y con cuidado la llevaras a tus brazos. Pero entre tanto polvo de rencores la caja se escapó de tus manos y cayó por las escaleras. Sé que corriste por ella, querías pegar los pedazos, salvar el alma… pero te confundiste de caja y salvando a otra, abandonaste, dañaste y rompiste el “nosotros” más bonito de la historia.

De ella sólo lograste conservar un pedazo que guardas en una caja azul a lado de tu cama… Ella recolectó por meses las partes que hacen que una sea mujer y no un gato: las pestañas, los hombros, las piernas (¿las extrañas?), la ropa, los recuerdos (creo que perdió un calcetín, pero solo uno). Apenas estuvo lista, de pie y con sus alas, encontró otro escondite y, guardada, lucha para entender el porqué dejaste, tan cobardemente, de buscarla.

Quizá fuiste un niño al que le dio miedo bajar solo las escaleras.