Mar

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lunes, 30 de diciembre de 2013

Respirar abajo del agua

Fragmento del libro que que todavía sigue en mi cabeza: "Mantequilla para el alma o una serie de poemas que no son poemas para niñas que pueden no ser niñas, algunas, frustradas"


Madurar es entender que no quieres ser sirena. Que aunque sea más normal, prefieres tener piernas, tobillos, muslos, sexo. Madurar es entender que no tienes que luchar contra las olas para llegar a tu casa. Que aunque duela, el amor no se mete en jaulas ni se persigue (madurar es aprender que a tus rodillas hay que quererlas más que a sus besos). Madurar es aprender que tu cuerpo no es su cuerpo, que tu mano está completa sin la suya, que tus ganas son tuyas y que saber respirar abajo del agua no hará que los besos duren más. Madurar es saber que los amores eternos duran dos años pero que puedes tener más de uno, a veces, con la misma persona. Madurar es saber que el mundo se camina y que son tus piernas y no la espuma del mar, las que te llevan.

miércoles, 5 de junio de 2013

De porqués


(Poema para leerse en voz alta)

No te mereces tu nombre porque lo llené de mil cosas y tú eres polvo, casi nada. No te mereces el nombre que tienes porque sólo con pronunciarlo me dan cosquillas en la boca y tú, tú no me provocas nada. Con tu partida te llevaste muchas cosas pero no las esenciales: las ganas, los recuerdos, las alas. Con tu partida callaste mis gritos y me permitiste lavar mi alma a lágrimas. No, no te odio por haberte ido.
No te mereces el nombre que tienes porque tu nombre ya no estaba cuando te convertiste en fantasma. No te mereces el nombre que tienes porque tu cuerpo regresó y se aprovechó de mi tristeza. Sólo un cobarde regresa después de haber dejado un alma en ruinas.
No te mereces el nombre que tienes porque tu nombre significa todo y tú no eres nada.

domingo, 26 de mayo de 2013

Aprender a soltar

(Poema para leerse en voz alta)

Si nuestra historia fuera una línea no tendría sentido. Iría y vendría, daría miles de vueltas, trataría de ser parte de otras líneas pero nunca podría dejar la cola que ya tiene detrás. Si nuestra historia fuera la línea que un lápiz dejó en el papel, el sinsentido quedaría gráficamente plasmado pero nadie entendería qué clase de línea es. O qué dibujo quería llegar a ser (las líneas siempre buscan ser algo más).

Una línea, dice la Real Academia de la Lengua Española, es una sucesión continua e indefinida de puntos en la sola dimensión de la longitud. Una historia que se cuenta en sucesiones continuas de puntos, como la nuestra, es una historia que nunca podrá soltar su pasado, no podría porque dejaría de ser línea y se convertiría en un punto. O en nada.

Por eso, soltarte significa dejar de ser esa historia ya plasmada en un papel para convertirme en el inicio (un punto) de otra línea, que puede o no, convertirse en otra cosa: una boa tragándose un elefante, quizá.

Soltarte es soltarme y no puedo. Es una de esas pocas cosas que sé, con certeza, son verdad. (También sé que es algo tristísimo).

Así que si un día te das cuenta de que eres un punto solitario, sin nada detrás y con una trayectoria incierta, no te preguntes ni dramatices el porqué. Simplemente significa que tú sí pudiste soltarme y que yo tendré que inventar otra forma de explicarnos.

Llorar en la regadera

(Poema para leerse en voz alta)


Quiero bañarme para poder llorar; llorar en público es demasiado complicado y la regadera siempre se preocupa por crear un ambiente propicio para el llanto.
Cuando lloras en la regadera no tienes que preocuparte de las lágrimas, si caen o no, el ritmo y la frecuencia en la que caen, ¡nada! Tampoco tienes que preocuparte por hacer los gestos de dolor, tipicos del llanto en público, creíbles. No, llorar en la regadera es mucho más intimo. Es llorar contigo misma sin la presión de que el maquillaje se corra estéticamente, de la posición que tu cuerpo adopta, del hombro en el que tu cabeza se va a recostar. Llorar en público requiere un alto nivel de concentración y atención a los detalles. ¡Es agotador!

Por eso yo lloro exclusivamente en la regadera, para concentrarme en ti y no en mi forma de llorar.

Necesidad de gritar

Las siguientes entradas tendrán que leerse en voz alta respetando siempre los signos de puntuación. O no.

jueves, 25 de abril de 2013

Un día quiso encontrarse con él

Iba rápido, rapidísimo como una niña.
Con ganas de dejarlo atrás pero de alcanzarlo.
Ella corría para llegar a tiempo pero también para escapar de lo que todos los libros de historia hubieran marcado como un encuentro erróneo.
El efecto fue de resorte, si no hubiera sido por las rodillas raspadas, hubiera jurado que esa caída nunca había pasado.
Eso le sucedía por andar rompiendo sus propias reglas, respirando el mismo aire, repitiendo las calles, las historias, las ganas que alguna vez habían sido tan reales.
Pero el piso como siempre, le recordó que todo lo que tenía que ver con él terminaba así: fingiendo estar bien y con las rodillas gritando a corazón abierto.
Ninguno de los dos llegó al encuentro, pero su piel le recordó que todavía podía doler.
Fingiendo que podía caminar como si nada de eso hubiera pasado, se juró no volver a jurar un nunca.

lunes, 15 de abril de 2013

Dejó la ventana abierta y la gripa entró

Así empezó todo, esas sonrisas de un día que dejan abierta la ventana le contagiaron una gripa rarísima. No sabía muy bien la política de estornudos en su departamento así que decidió bajar al café de la esquina.
Cuando el mesero le preguntó qué quería, entendió que no quería explicar cómo le gusta el café, ni el porqué no le gusta la cebolla y menos, la razón por la que nunca aceptaría un pan dulce sin que lo calentaran.
No es que no hubiera explicaciones, sólo no quería explicarlas. Corrió a su departamento segura de que el silencio nunca le iba a preguntar nada y se tomó un té.

sábado, 9 de marzo de 2013

Desaparecer es esconderse con alas

Ella no quería ser encontrada en su nuevo mundo, no quería que él viera que por fin era feliz, que había encontrado el silencio que tanto buscaba, que por fin estaba de pie, que sonreía al verse en el espejo. No, no quería que él supiera que ella siempre tendría que cargar con ella misma; no se podía dejar olvidada como él dejó olvidada una chamarra antes de irse, como él había olvidado decirle que estaba iniciando el proceso de olvidarla y como él había olvidado mencionar que había una fuga en la cocina.

Ella, la que él tanto había odiado, nunca podría dejarse a sí misma y por lo tanto, él siempre podría encontrarla.

La solución era sencilla: se volvería invisible.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cargar con la promesa de ser extraordinaria

La promesa era pesada e incomoda de cargar pero era de un color hermoso y brillaba muchísimo. La intentó meter en su bolsa pero era tan grande que no cabía. Intentó arrastrarla por el piso pero entre tanto polvo, corría el riesgo de no encontrarla nunca ¡y eso la aterraba! Era una promesa hermosa, muy incomoda y pesaba muchísimo.

Finalmente la decidió colocar en su hombro derecho, el hombro derecho siempre carga con promesas.

Tomar la decisión

Todo iba bien: su casa guardaba silencio, las escaleras la hacían sentir más alta, el café de la mañana y la presión de la regadera le ayudaban a volver a sentir y sus vestidos, tan estratégicamente colgados en un tubo que recorría todo el departamento, le ayudaban a enfocar su atención en dibujar tardes con tintes de té de tila.

Todo era casi perfecto. Casi porque faltaban besos y por las hormigas; ¡Eran demasiadas! Empezaron en un rincón de la casa, luego encontraron el pedazo de pan tostado que había caído de su boca. Se apoderaron de la sala y poco a poco encontraron refugio en sus libros; eran gordos, viejos y llenos de historias en donde las hormigas hubieran podido jugar un papel importante. Hubieran porque ellas no juegan, ellas invadían un espacio que era de ella y en donde ni siquiera podía gritarles que se fueran.


La decisión la tomó un jueves a las seis con cuatro minutos de la mañana en la primer sorbo de café. La taza estaba llena de cadáveres de hormigas. Hasta parecían gordas por la cantidad de café que habían absorbido. Ella se quedó mirando la taza fijamente y fue cuando se lo prometió: ella sería extraordinaria.

lunes, 25 de febrero de 2013

Lista de una cosa

Ella ya no quería respirar el mismo aire, últimamente sus pulmones estaban llenos de polvo y en su garganta se habían alojado algunas bolitas, ya duras, de lodo. Le costaba trabajo respirar, necesitaba espacio y probablemente un beso.

Decidió tomar precauciones para ya no toparse con el mismo aire de frente, tan directo, (esta lista también fue considerada para aumentar las probabilidades de dar un beso).

1- Ya no caminaría por ningún lugar por el que hubiera caminado antes.

Regla #1

Ella estaba cansada de haber estado tirada en el piso tanto tiempo. Por lo tanto, de ahora en adelante: sólo subiría escaleras, nunca las bajaría.

sábado, 23 de febrero de 2013

Mudanza

El departamento era todo lo que hubiera podido pedir: tenía una mesa de madera y lugar para sus libros. Un tubo que iba de extremo a extremo del departamento, perfecto para colgar vestidos. El colchón era de esos en lo que se puede saltar y sentir que vuelas. Casi inmediatamente ella llenó el departamento de macetas y floreros, incluso las tazas de té se volvieron hogar de flores rarísimas. ¡El baño era enorme! Contaba con una tina vieja y un espacio que podía ser utilizado como vestidor, casi todas las paredes eran adornadas con espejos y alguno que otro cuadro olvidado por el dueño anterior. La cocina era verde y contaba con un aparatito que convertía las naranjas en jugo. Ella era del tipo de mujer que no necesita mucho para sonreír: una toalla gorda para secarse después del baño, su edición especial del Principito, lechuga y flores moradas en la mesa. ¡Ese departamento parecía hecho a su medida!

El único detalle es que no se podía hablar dentro de él.

No es que no se escuchara la voz, simplemente era una regla que se había puesto mucho tiempo atrás y que había que respetar. A ella no le importaba, pero se quedó pensando en la vida de una pareja con niños en la que la mamá no puede gritar que se sienten a comer ya, ahora, en este momento y todas las verduras; y la vida de los niños que no pueden decir después; y la vida del marido que no puede decir ahora ni pásame la sal.

La idea le robó una sonrisa; su infancia estaba cargada de tantas voces que le costaba trabajo recordar las caras y los besos. De repente se sintió profundamente feliz, era el lugar perfecto para su nuevo inicio.

Lo bueno de estar sola es que no necesitas cargar con palabras y la vida se vuelve más liviana.

Diario de una nueva vida


Porque hay días en los que hay que volver a empezar.


Las siguientes entradas tratarán de "ella" y de sus intentos de hacer todo otra vez.