Ella no sabía qué quería.
Quería soñar pero no quería cerrar los ojos.
Quería volar pero no quería alejarse de sus raíces.
Lo quería a él pero no quería quererlo.
Los quereres suelen ser muy ruidosos cuando se encuentran encerrados; chocan con las paredes y causan algo que podría ser o no llamado un grito. Y como cualquier grito…
Confunden.
Los quereres son obscuros y asustan. Se esconden en el closet y debajo de la cama. Y por si no fuera suficiente, los quereres de ella tenían garras y se aferraban a sus ojos.
A sus ganas.
Son de esos quereres que no se van hasta que dejas de quererlos.
Y eso casi nunca pasa.
(Pasó una vez hace mucho,
contigo).
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