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jueves, 18 de septiembre de 2014

Tiempo de guardarse

Hace mucho tiempo que el cajón estaba vacío, la tetera apagada, los floreros sin flores; la ventana ya no se acordaba de cómo se sentía estar abierta, las cortinas habían olvidado que volar era posible y el gato extrañaba tener libros abiertos en páginas de historias increíbles que le servían de almohada. Ella –por un instante– pensó que el movimiento era eterno. Lo vio como una forma de vida, como una obligación hacia este mundo que nunca frena: abrir los ojos, correr, trabajar, salir, ver, reír, beber, contar, comprar, caminar, correr, besar, regresar, volver a empezar. Pero en otro instante –al ver una gota que se negó a caer de la rama de un árbol altísimo– se acordó: una siempre se puede quedar quieta, guardada en un cajón con una taza de té de no-me-olvides, un libro abierto, un gato en las piernas, la ventana abierta y flores en el florero.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Fui a la playa y cuando respiré profundo...

El mar se metió en mis venas. Lo escucho perfecto susurrándome secretos cuando pasa por mi oído. Siento el ir y venir de las olas por mis pies y a la espuma que busca cualquier excusa para salir.

El mar está adentro: la sal en la boca y en el estomago eso que sientes cuando te paras frente a él.