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sábado, 9 de marzo de 2013

Desaparecer es esconderse con alas

Ella no quería ser encontrada en su nuevo mundo, no quería que él viera que por fin era feliz, que había encontrado el silencio que tanto buscaba, que por fin estaba de pie, que sonreía al verse en el espejo. No, no quería que él supiera que ella siempre tendría que cargar con ella misma; no se podía dejar olvidada como él dejó olvidada una chamarra antes de irse, como él había olvidado decirle que estaba iniciando el proceso de olvidarla y como él había olvidado mencionar que había una fuga en la cocina.

Ella, la que él tanto había odiado, nunca podría dejarse a sí misma y por lo tanto, él siempre podría encontrarla.

La solución era sencilla: se volvería invisible.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cargar con la promesa de ser extraordinaria

La promesa era pesada e incomoda de cargar pero era de un color hermoso y brillaba muchísimo. La intentó meter en su bolsa pero era tan grande que no cabía. Intentó arrastrarla por el piso pero entre tanto polvo, corría el riesgo de no encontrarla nunca ¡y eso la aterraba! Era una promesa hermosa, muy incomoda y pesaba muchísimo.

Finalmente la decidió colocar en su hombro derecho, el hombro derecho siempre carga con promesas.

Tomar la decisión

Todo iba bien: su casa guardaba silencio, las escaleras la hacían sentir más alta, el café de la mañana y la presión de la regadera le ayudaban a volver a sentir y sus vestidos, tan estratégicamente colgados en un tubo que recorría todo el departamento, le ayudaban a enfocar su atención en dibujar tardes con tintes de té de tila.

Todo era casi perfecto. Casi porque faltaban besos y por las hormigas; ¡Eran demasiadas! Empezaron en un rincón de la casa, luego encontraron el pedazo de pan tostado que había caído de su boca. Se apoderaron de la sala y poco a poco encontraron refugio en sus libros; eran gordos, viejos y llenos de historias en donde las hormigas hubieran podido jugar un papel importante. Hubieran porque ellas no juegan, ellas invadían un espacio que era de ella y en donde ni siquiera podía gritarles que se fueran.


La decisión la tomó un jueves a las seis con cuatro minutos de la mañana en la primer sorbo de café. La taza estaba llena de cadáveres de hormigas. Hasta parecían gordas por la cantidad de café que habían absorbido. Ella se quedó mirando la taza fijamente y fue cuando se lo prometió: ella sería extraordinaria.