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jueves, 25 de abril de 2013

Un día quiso encontrarse con él

Iba rápido, rapidísimo como una niña.
Con ganas de dejarlo atrás pero de alcanzarlo.
Ella corría para llegar a tiempo pero también para escapar de lo que todos los libros de historia hubieran marcado como un encuentro erróneo.
El efecto fue de resorte, si no hubiera sido por las rodillas raspadas, hubiera jurado que esa caída nunca había pasado.
Eso le sucedía por andar rompiendo sus propias reglas, respirando el mismo aire, repitiendo las calles, las historias, las ganas que alguna vez habían sido tan reales.
Pero el piso como siempre, le recordó que todo lo que tenía que ver con él terminaba así: fingiendo estar bien y con las rodillas gritando a corazón abierto.
Ninguno de los dos llegó al encuentro, pero su piel le recordó que todavía podía doler.
Fingiendo que podía caminar como si nada de eso hubiera pasado, se juró no volver a jurar un nunca.

lunes, 15 de abril de 2013

Dejó la ventana abierta y la gripa entró

Así empezó todo, esas sonrisas de un día que dejan abierta la ventana le contagiaron una gripa rarísima. No sabía muy bien la política de estornudos en su departamento así que decidió bajar al café de la esquina.
Cuando el mesero le preguntó qué quería, entendió que no quería explicar cómo le gusta el café, ni el porqué no le gusta la cebolla y menos, la razón por la que nunca aceptaría un pan dulce sin que lo calentaran.
No es que no hubiera explicaciones, sólo no quería explicarlas. Corrió a su departamento segura de que el silencio nunca le iba a preguntar nada y se tomó un té.