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miércoles, 22 de abril de 2015

Ella sólo buscaba que alguien la mirara

Hoy, en el camión que la llevaba a ese lugar que no odiaba pero tampoco amaba, la vio. Estaba sentada hasta el fondo, con cara de que todavía no estaba del todo despierta, despeinada y con el tipo de ropa que nunca recuerdas. Mientras buscaba algo que ni ella sabía qué era, notó cómo ella (la del fondo) se paró para caminar entre la gente. Le sorprendió que nadie más la volteara a ver; era guapa y con aire de que la vida le da igual. Había algo en su forma de ver la vida que le resultó imposible no verla directo a los ojos (eran del tipo que se ven más lindos cuando lloran) justo cuando pasó a su lado para llegar a la puerta y descender al mundo. Entonces lo supo.

...

Son pocas las personas que se atreven a ver a la tristeza a los ojos. Casi todas la ven por error al dar la vuelta en una esquina, al pedirle la hora o al descender de un camión.
Qué triste ha de ser que te evadan cuando vas caminando por la calle, que todos nieguen tu existencia, que sólo te saluden cuando están solos en sus cuartos porque sólo hay una cosa peor que sentirse triste...

Estar solo.

La tristeza es una gran compañía sobre todo si más que hablar, quieres llorar.

martes, 20 de enero de 2015

¿Alguien ha visto a mi luna?

El sol decidió no irse. Está ahí –eterno– robándole tiempo a la luna, robándole su momento de estar. Los días duran eternidades y ya casi no hay tiempo para dormir ni para encontrar lo que se perdió entre las sábanas.

Un té de azar entre las manos no es cosa de días sino de noches y yo…
yo ya no encuentro mis noches. Mi vida es de día, llena de luz, clarísima. Mi vida es tan de hacer cosas que nunca terminan de pedirte que las hagas; las cosas necesitan que las hagas.

–¿Cómo no vas a salir a hacer cosas, si hay luz y no hay lluvia? ¡Qué tonta!

Y es que la luz es tanta que tengo que entrecerrar mi ojos perdiendo de vista a las excusas que me permiten decir: hoy me quedo aquí, perdida entre sábanas con un té de azar entre las manos y haciendo nada.

La luna no me necesita.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Excusas para llorar

Hay algo en el ambiente que hace llorar. Las responsables son unas partículas que
–algunos científicos– han nombrado Excusas.

Se ha identificado que las Excusas crecen en flores muertas estancadas en floreros sin agua por más de una semana. Es al querer tirar las flores para lavar el florero, cuando las partículas salen al ambiente haciendo que el aire se vuelva más pesado. Al contacto con el agua y con la sal las llamadas Excusas se cristalizan. Estos cristales son los que ingresan por la nariz provocando estornudos, lágrimas (agua con sal) y ganas de no ir a trabajar.

Los llamados científicos –que no saben qué hacer– han puesto al mundo entero en estado de alerta y piden a la población abstenerse –en la medida de lo posible– de llorar, siendo el llanto un factor importante en la cristalización de las llamadas Excusas.

Las manifestaciones por defender el derecho a la libertad del llanto no se hicieron esperar y argumentan que llorar o no llorar es una decisión personal y que el hecho no puede ser obligado por el estado, ni por el ambiente.

Excusas, dicen los científicos.

Los intelectuales difieren con el nombre otorgado ciéntificamente diciendo que de científico no tiene nada y han bautizado a este fenómeno como Recuerdo. Yo – sin ninguna validez científica ni intelectual– lo llamé con tu nombre y apellido: tu recuerdo es la excusa perfecta para llorar por algo que no eres tú.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Olvidar el sonido de mi voz

Vivir en una casa tomada me parecía algo soportable comparado con la sensación de vivir en una casa callada en donde la ausencia de ruido hace que una empiece a extrañar. En una casa muda el aire se vuelve pesado, el silencio hiriente, la ausencia presente.

No podía creer que nadie se atreviera siquiera a pensar un sonido; el pensamiento hace un eco inconcebible para tanto silencio. Odiaba vivir así. Pero era un odio distinto al que normalmente se siente, un odio más a n c h o.

Estaba atrapada y ni siquiera podía pensar cómo escapar.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Tiempo de guardarse

Hace mucho tiempo que el cajón estaba vacío, la tetera apagada, los floreros sin flores; la ventana ya no se acordaba de cómo se sentía estar abierta, las cortinas habían olvidado que volar era posible y el gato extrañaba tener libros abiertos en páginas de historias increíbles que le servían de almohada. Ella –por un instante– pensó que el movimiento era eterno. Lo vio como una forma de vida, como una obligación hacia este mundo que nunca frena: abrir los ojos, correr, trabajar, salir, ver, reír, beber, contar, comprar, caminar, correr, besar, regresar, volver a empezar. Pero en otro instante –al ver una gota que se negó a caer de la rama de un árbol altísimo– se acordó: una siempre se puede quedar quieta, guardada en un cajón con una taza de té de no-me-olvides, un libro abierto, un gato en las piernas, la ventana abierta y flores en el florero.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Fui a la playa y cuando respiré profundo...

El mar se metió en mis venas. Lo escucho perfecto susurrándome secretos cuando pasa por mi oído. Siento el ir y venir de las olas por mis pies y a la espuma que busca cualquier excusa para salir.

El mar está adentro: la sal en la boca y en el estomago eso que sientes cuando te paras frente a él.

jueves, 14 de agosto de 2014

Hoy

Hoy mi trabajo consiste en buscar conversaciones con lo que no quieren conversar, en buscar departamentos en los que no voy a poder vivir, en soñar sueños que no puedo pagar y en extrañar a muertos que no extrañan de regreso. Hoy soy del tipo de mujer sin alas y con fantasmas ajenos. Mi trabajo consiste en escribir las cosas que no puedo decir y en expresar sentimientos que hace mucho dejé de sentir. “Escribe de amor” me dijeron, pero mi último amor fue una montaña blanca de cielo encendido y la abandoné una noche helada en un país sin nombre. Se me congelaron las ganas de tener nuevos sueños y no sé por qué insisto en buscar a los que no se quieren encontrar. Hoy mi trabajo consiste en entrar a una casa que me tiene atrapada y en asegurarme de cerrar bien la puerta. Mis horas extras las paso lavando ropa que no me puse nunca y buscando las fotografías que perdí o que quizás nunca tomé.