Vivir en una casa tomada me parecía algo soportable comparado con la sensación de vivir en una casa callada en donde la ausencia de ruido hace que una empiece a extrañar. En una casa muda el aire se vuelve pesado, el silencio hiriente, la ausencia presente.
No podía creer que nadie se atreviera siquiera a pensar un sonido; el pensamiento hace un eco inconcebible para tanto silencio. Odiaba vivir así. Pero era un odio distinto al que normalmente se siente, un odio más a n c h o.
Estaba atrapada y ni siquiera podía pensar cómo escapar.
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