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miércoles, 6 de marzo de 2013

Tomar la decisión

Todo iba bien: su casa guardaba silencio, las escaleras la hacían sentir más alta, el café de la mañana y la presión de la regadera le ayudaban a volver a sentir y sus vestidos, tan estratégicamente colgados en un tubo que recorría todo el departamento, le ayudaban a enfocar su atención en dibujar tardes con tintes de té de tila.

Todo era casi perfecto. Casi porque faltaban besos y por las hormigas; ¡Eran demasiadas! Empezaron en un rincón de la casa, luego encontraron el pedazo de pan tostado que había caído de su boca. Se apoderaron de la sala y poco a poco encontraron refugio en sus libros; eran gordos, viejos y llenos de historias en donde las hormigas hubieran podido jugar un papel importante. Hubieran porque ellas no juegan, ellas invadían un espacio que era de ella y en donde ni siquiera podía gritarles que se fueran.


La decisión la tomó un jueves a las seis con cuatro minutos de la mañana en la primer sorbo de café. La taza estaba llena de cadáveres de hormigas. Hasta parecían gordas por la cantidad de café que habían absorbido. Ella se quedó mirando la taza fijamente y fue cuando se lo prometió: ella sería extraordinaria.

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