Mar

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lunes, 7 de marzo de 2011

Jugaron a no irse

“Los amorosos juegan a coger el agua, 
a tatuar el humo, a no irse.”
Jaime Sabines



Se juraron no dejarse. Él tomó su mano y ella la apretó tan fuerte que se fundieron hasta convertirse en una. Una mano que nunca se dejaría. Lo malo de estar tan cerca es que cuando ella quería meterse en una caja se encontraba con un cuerpo que no era suyo. Un cuerpo que no entendía la necesidad de meterse en una caja.
Se juraron no dejarse. Se abrazaron para no perderse y ella acabó sin norte pidiendo instrucciones para llegar al desierto. Pidiéndoselas a unos brazos que abrazaban un mar de mujer.
Se juraron no dejarse. Su boca besó su boca y en algún momento (no puedo decir cuál) sus bocas besaban aire. Un aire con forma de una sola boca que se encontraba con el sueño de la boca perfecta, la boca que nunca se debe de dejar. Boca de polvo, de aire, de una promesa no cumplida.
Se juraron no dejarse y apenas sintieron alas, volaron solos pero tocando la misma nube.
(Él juró no dejarla
y ella juró no dejarlo.
Ahora caminan solos
jurando que no se dejaron)

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