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lunes, 21 de febrero de 2011

De flores y floreros

Una flor cayó sobre mi cabeza y la rompió.
Su tallo ¡tan suave! taladró mi cráneo, convirtiéndome en el vil florero de una flor sin raíces.
Pero el daño no quedó ahí, el hoyo que la flor hizo, cuarteó mi cabeza hasta las orejas. Mi ojo derecho dejó de ver y el izquierdo sólo percibe sombras. De mi pelo mejor ni hablar.
¿La flor? Una gerbera roja que en vez de agua se nutre de recuerdos.
Es horrible ya no poder pasar desapercibida cuando camino por la calle; al parecer causa extrañeza que una mujer camine con una flor roja clavada en la cabeza. No me malinterpreten, la naturaleza puede hacer conmigo lo que quiera, lo que molesta es que la dichosa flor se burla de mí cada vez que encuentra una rosa marchita en mi memoria.

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