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domingo, 31 de julio de 2011

Enamorada de un fantasma

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde 
filoso de la noche.
Alejandra Pizarnik



Ella se enamoró del toque de sus manos invisibles. Amaba sentir sus suspiros.
Él la enamoró con la promesa de siempre. La que nunca se cumple.
El sexo era increíble; le fascinaba ver como volaba su vestido, las medias, los calzones. El sudor provocado por la levedad de un cuerpo ausente. El roce del viento: arañazos en su espalda. El orgasmo llegaba de repente, sin aviso.
Siempre.
Casi podían jurar que soñaban lo mismo. Casi porque él no soñaba.
Ella estaba segura de que, por esta vez, no iba a salir lastimada. No concebía la idea de que algo sin cuerpo y sin palabras pudiera irse y abandonarla.
Pero lo hizo. Una noche de ventanas abiertas el fantasma se fue siguiendo un pájaro. Siempre son los pájaros los que se roban las sonrisas que anteceden los suspiros,
(provocan demasiada tentación. Son las alas).
Ella sigue enamorada. No está completamente enterada del abandono que sufre por la estupidez de haber dejado abierta la ventana. Pero empezó a doler y siempre llueve. La ropa ya no vuela y el orgasmo llega,
sólo a veces,
casi nunca,
cuando se mueven las cortinas.

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