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viernes, 7 de octubre de 2011

De cosas que no están en su lugar…

A veces es el aire
el que desacomoda las cosas: las cortinas, el cabello, los árboles. Incluso las cenizas tan correctamente colocadas en el cenicero.
A veces son los suspiros, a veces es la muerte, a veces el amor, las lágrimas, los recuerdos…
¡Cualquier cosa puede desacomodar el alma!
Incluso un parpadeo.


El cambio fue imperceptible; ni ella, ni su hermano, ni su madre se dieron cuenta en el momento. Fue hasta unos meses después cuando empezaron a notar que algo no estaba en su lugar. Su cama siempre estaba destendida y con las sábanas tiradas, las cortinas colgadas al revés (es decir, del lado de la calle), los zapatos de tacón empolvados y guardados en el cajón de calcetines, el maquillaje, las cremas… ¡todo parecía abandonado! Pero lo más alarmante fue la sonrisa, ella sonreía todo el tiempo: una sonrisa triste y de ojos húmedos.
Su madre fue la primera en diagnosticar: el alma de su hija no estaba en su lugar. “Chueca” fue la palabra para explicar el no tan raro suceso a la abuela y a los amigos que todavía quedaban.

-¡Cuidado con el aire! Les gritaban - Enchueca.

Y poco a poco, todos se guardaron en sus casas a rezar para que nunca se les enchuecara el alma. ¡Qué tragedia la de ella! Pero era de ella, no de ellos…



La única que no entendía con exactitud el concepto del alma-chueca era yo. Me despertaba como todos los días, tomaba el camión, leía, iba al trabajo… incluso me bañaba diario. No entendía la necesidad de los psicólogos, de las medicinas y definitivamente no comprendía el porqué de las miradas de asombro y lastima.
Sucedió cuando estaba desnuda y saliendo de la regadera me encontré de frente con la respuesta. Vi mi sonrisa en el espejo y por un fragmento de segundo, comprendí la desgracia de tener el alma chueca.

1 comentario:

  1. También nos mueve al alma de lugar ciertos amores que se van, el silencio, la soledad a fuerzas, las ganas que ya no están... y nos la acomoda en su sitio una tarde de lluvia, un suéter rojo o una mordida de chocolate servida en la cama... y ¡claro! leer un rato palabras de María...

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