Mar

Mar

miércoles, 25 de mayo de 2011

Una idea

La idea es azul y brilla. Llegó hace un rato, iba en el camión y de repente, cual pasajero, ingresó en mi cabeza: No te necesito, estoy bien (un poco chueca por el golpe, pero bien). La idea se fue directamente a mi estomago, ahí encontró a todas las mariposas muertas y se dio cuenta de que sólo estaban dormidas. Cansadas de tanto tiempo sin volar. La idea las despertó y salieron de mi cuerpo: dos por mi boca, tres por la oreja izquierda y una por la nariz. Fue lindo verlas volar y alejarse de mí ¡tristísimo!
Se me escaparon algunas lágrimas, pero me sentí ligera. Tan ligera que hasta consideré bajarme del camión y volar hasta mi casa. Pero quería dejarles el cielo libre, hoy, las nubes eran de esas mariposas rojas con polvo de tu nombre.
Me quedé sentada en el asiento de atrás, asomada por la ventana hasta que dejé de verlas. Hasta que se hicieron tan chiquitas que se confundieron con el polvo. Igual y siempre habían sido eso: polvo de abandono, de maleta olvidada abajo de la cama que sabe, nunca viajará. Me quedé sola con mi idea azul y brillosa. Le di la bienvenida y no puedo sino esperar que se sienta cómoda. Que no se vaya.



( … )



A la idea le gustó mi riñón pero de vez en cuando se acuesta en mi ombligo. Cada vez que la veo tirarse de panza en aquel orificio me aterro. Intento no moverme, quedarme lo más quietecita posible, no vaya a ser que se caiga, se pierda y ahora sí me quede vacía: sin mariposas rojas ni idea azul.

2 comentarios: